El Partido Justicialista, hoy por hoy en manos de Daniel Scioli y Alberto Balestrini, se debate entre resistir los embates de quienes reclaman una nueva conducción y abrir espacios para diluir, con el paso del tiempo, las feroces críticas que envían sobre todo Carlos Reutemann y Felipe Solá. En principio el sciolismo parece a la defensiva. Todavía no pudo sacarse de encima la derrota del pasado domingo. Se nota en el cuerpo, y sobre todo en la cara de los principales dirigentes. De todos modos, algunos desconfiados sospechan que se trata sólo de una treta que los muestre amplios y generosos, lo que les permitirá ganar tiempo para reorganizarse y no cambiar nada.El entorno del gobernador cree que las críticas son lógicas, pero que la sangre no llegará al río. “Lo primero que hay que decir es que Daniel es el vicepresidente a cargo de la presidencia del PJ, y no por una imposición o el dedazo de nadie, sino, simplemente, por la renuncia del presidente Kirchner”, aseguran.La idea de Scioli, tras la ida de Néstor, es normalizar el partido. Y para ello quiere convocar a los disidentes y tratar de volver a unificar el PJ.
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